Richard Zubelzu: «Incapacidad de Ernest Urtasun»

«La cultura no necesita ministros activistas, necesita gestores capaces»

Desde su nombramiento como ministro de Cultura, Ernest Urtasun ha generado una creciente polémica, no por sus logros, sino por su aparente incapacidad para comprender las verdaderas necesidades del sector cultural español. Su gestión ha estado marcada más por gestos ideológicos y declaraciones rimbombantes que por acciones eficaces o reformas estructurales que beneficien a los creadores, instituciones y ciudadanos.

Urtasun, proveniente del mundo académico y vinculado a posiciones ideológicas claras, parece más interesado en utilizar el Ministerio como altavoz político que en desempeñar un papel técnico y estratégico. El sector cultural necesita políticas públicas que fomenten la creación, preservación y difusión del patrimonio, pero lo que ha ofrecido es una mezcla de simbolismo progresista y falta de concreción. Las subvenciones siguen distribuyéndose con criterios opacos y politizados, la precariedad laboral en las industrias culturales persiste, y los grandes debates, como la digitalización del patrimonio o la descentralización real de la cultura, siguen estancados.

Uno de los principales síntomas de su falta de visión ha sido su inacción frente a los retos estructurales del sector. Mientras Europa promueve la profesionalización de los trabajadores culturales, Urtasun ha priorizado discursos ideológicos que polarizan antes que unir. En lugar de apostar por una política cultural de Estado, plural y transversal, ha preferido contentar a determinados sectores afines a su espectro político. El resultado: una cultura institucional cada vez más alejada de la ciudadanía, que pierde oportunidades de desarrollo, cohesión y proyección internacional.

Tampoco ha sabido gestionar con eficacia el diálogo con las comunidades autónomas, actores fundamentales en la articulación de la política cultural española. Su actitud centralista y su escasa sensibilidad hacia la diversidad cultural de España contradicen los principios que, en teoría, su partido defiende. Esto ha generado tensiones innecesarias con gobiernos regionales y ha obstaculizado la colaboración institucional.

Además, la cultura vive un momento de transformación global, marcado por la inteligencia artificial, los nuevos modelos de consumo y la redefinición de los derechos de autor. Frente a estos desafíos, el ministro ha mostrado una preocupante desconexión. No se le conoce una sola propuesta de peso para afrontar el impacto de las plataformas digitales en la producción cultural, ni ha planteado un plan claro para proteger la propiedad intelectual de los creadores en un entorno cada vez más vulnerable.

La cultura no necesita ministros activistas, necesita gestores capaces. Y Urtasun, pese a su discurso bien articulado, ha demostrado estar más cómodo en el debate ideológico que en la gestión eficaz. Su falta de resultados concretos, su desprecio por el consenso y su enfoque doctrinario están dejando a la cultura española en una posición de debilidad.

España merece un ministro de Cultura que entienda la complejidad del sector, que sepa dialogar, construir y ejecutar. Por ahora, Ernest Urtasun no ha estado a la altura.

Autor: Richard Zubelzu (Director, Productor, Guionista, Editor  y Fotoperiodista) – http://@RichardZubelzu
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