La cumbre del G20 celebrada el pasado fin de semana en Nueva Delhi ha reunido a las 19 principales economías del mundo más la UE. Han faltado con su presencia el presidente ruso, Vladimir Putin, debido al boicot que se hizo a Rusia en noviembre del año pasado en la cumbre del G20 en la isla indonesia de Bali y el presidente chino, Xi Jinping, posiblemente con motivo de las tensiones fronterizas con India – entre otras la reciente publicación en China de un mapa donde incluía el estado indio de Arunachal Pradesh en territorio chino – y por la situación política interna en el país. Nuestro presidente en funciones, Pedro Sánchez, no pudo asistir por haber contraído covid.
España se integra en el G20 como invitado permanente
En este primer cuarto del siglo XXI se han sucedido un conjunto de acontecimientos inesperados y violentos desde los ataques terroristas a Nueva York y Washington, en septiembre de 2001, hasta los golpes de Estado en varios países del Sahel en los tres últimos años, pasando por la invasión de Irak liderada por Estados Unidos, en 2003, las guerras civiles en Siria y Libia de 2011, que aún continúan, la guerra en Afganistán (2001–2021) o el inicio de la actual guerra en Ucrania, en febrero de 2022, que están produciendo unas transformaciones geopolíticas de alto calado con grandes dosis de incertidumbre en la arquitectura de seguridad de la comunidad internacional.
Con este pasado cercano de referencia, los temas que realmente tuvieron relevancia en esta cumbre fueron, fundamentalmente, la guerra en Ucrania, la alta tensión existente en las relaciones entre Estados Unidos y China, así como el devenir del nuevo protagonismo del llamado Sur Global que puede alterar la dinámica de los bloques tradicionales del hemisferio norte. De hecho, y de forma sorprendente, el G20 alcanzó un consenso en relación con la guerra en Ucrania, después de una serie de discusiones y discrepancias entre los participantes, previas a la Cumbre. Por un lado, se evitó condenar a Rusia, pero destacó el sufrimiento humano causado por el conflicto. Por otro, se adoptó el principio de que los Estados no pueden usar la fuerza para la adquisición de territorio o para violar la integridad territorial y la soberanía o independencia política de otros Estados.
Referente a las relaciones chino-estadounidenses, el encuentro celebrado al margen de la Cumbre entre el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el primer ministro chino, Li Qiang, se considera un factor positivo en la lógica del proceso de diálogo en el establecimiento de relaciones normales entre ambas superpotencias. En cuanto al Sur Global, la Cumbre admitió a la Unión Africana (UA), que integra a 55 Estados, como nuevo miembro permanente del G20 lo que subraya, de forma concluyente, la representación del Sur Global en el grupo. No cabe duda de que esta decisión supone un salto cualitativo para India en el liderazgo de este emergente grupo que busca un protagonismo global legítimo aparte de la tradicional rivalidad Este-Oeste en el hemisferio norte.
Sin duda, el gran triunfador en esta Cumbre ha sido India, no solamente por haber superado las dificultades existentes antes de la reunión en relación con alcanzar un comunicado conjunto final consensuado acerca de la guerra en Ucrania sino también por impulsar las relaciones chino-estadounidenses facilitando el encuentro entre sus líderes y por promover la importancia del Sur Global con la inclusión de la UA como miembro del G20. Otro actor que también ha tenido éxito en Nueva Delhi ha sido Estados Unidos cuando su presidente presentó, al margen de la Cumbre, el acuerdo del nuevo corredor marítimo y ferroviario que conecte a India con Oriente Próximo, que involucra a la UE, a Arabia Saudita y a Emiratos Árabes Unidos, lo que reducirá los tiempos de envío, los costes y el uso de combustible. Se considera que es otro impulso liderado por Washington con el objeto de contrarrestar la Nueva Ruta de la Seda china.
Pero a nadie se le escapa que en la nueva era geopolítica que se avecina las iniciativas y negociaciones de esta Cumbre del G20, grupo fundado en 1999, que tienen repercusión internacional, es preciso enmarcarlas con las de otras organizaciones e instituciones que también se proyectan a nivel mundial como pueden ser las de la OCS, del BRICS, del QUAD, del TIPAT, del AUKUS o de la RECEP, entre otras. Todas ellas nacidas en este siglo XXI y participantes en el diseño del nuevo orden internacional.
Así, en la Cumbre del Grupo BRICS del pasado mes de agosto en Johannesburgo, que prioriza entre sus miembros la cooperación política y de seguridad y donde se aprobó la admisión en el grupo de Arabia Saudita, Argentina, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán, cuya membresía será efectiva a partir del 1º de enero de 2024, y en la que se abogó por una mayor representación en los foros internacionales de los países emergentes, fue un claro éxito de China. En la reunión virtual de la OCS (Organización de Cooperación de Sanghai), a principios del pasado mes de julio, en la que se incluyó a Irán como nuevo miembro, el grupo mostró su apoyo a Rusia en su defensa del orden constitucional frente a la asonada del grupo Wagner al mismo tiempo que China condenó el proteccionismo y las sanciones unilaterales.
En cuanto a la RCEP (Asociación Económica Integral Regional), el mayor tratado de libre comercio del mundo, eliminará aranceles a las importaciones por los próximos 20 años, que entró en vigor el 2 de junio pasado, con la firma de Filipinas y capitaneada por China, constituye un claro triunfo de Pekín en el Este de Asia.
En la otra parte del espectro geopolítico internacional, el Foro estratégico de seguridad Cuadrileral (QUAD), integrado por Estados Unidos, Japón, India y Australia se revitalizó en el año 2017 y está muy activo en mantener el orden marítimo basado en reglas, en tanto que el AUKUS, pacto estratégico entre Estados Unidos, el Reino Unido y Australia, fundado en septiembre de 2021, pretende defender los intereses compartidos en el Indopacífico. En relación con el TIPAT (Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífica) constituido a raíz de la salida de Estados Unidos del TPP, como tratado de libre comercio e integrado por once países liderados por Japón que busca promover la integración regional y fortalecer el crecimiento sostenible en el Pacífico, subraya la importancia de mantener un sistema de comercio sólido y basado en reglas.
Es verdad que el G20 está integrado por actores de muy diversos regímenes y que las organizaciones e instituciones señaladas anteriormente están escoradas hacia gobiernos democráticos o hacia gobiernos autoritarios, pero también es cierto que en dichas organizaciones hay miembros que pertenecen a ambos tipos de gobiernos e incluso hay países que son integrantes de organizaciones rivales. Todo ello nos indica que el panorama geopolítico internacional, con independencia de su fragmentación, se caracteriza por diferentes ambigüedades calculadas donde existe una competencia geoestratégica, principalmente, entre las potencias emergentes que quieren tener su parcela de poder en la toma de decisiones de repercusión internacional.
Es razonable pensar que el G20 pudiera tener un rol aglutinador de estas tendencias contradictorias, pero la REALPOLITIK nos sugiere que, ante la pasividad y falta de eficiencia de la ONU en las actuales relaciones de poder, en esta insólita era geopolítica que se aproxima, el nuevo orden internacional seguirá dependiendo de los intereses de las grandes potencias, fundamentalmente, de las relaciones y compromisos entre Estados Unidos y China.
Autor: Jesús Argumosa Pila, General de División del Ejército de Tierra.
Asociación Española de Militares Escritores