20/04/2024

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Europa, nuestro futuro

España se incorporó en 1986 a las Comunidades Europeas, convirtiéndose en uno de los países más beneficiados tanto por el acceso a financiación imprescindible para todo tipo de infraestructuras, como por los efectos de la transposicion del acervo comunitario, especialmente positivos para la modernización de nuestro aparato productivo y la introducción de exigencias ambientales.

El gobierno socialista resultó determinante -gracias al liderazgo de Felipe González- para el establecimiento, en 1994, del Fondo de Cohesión, reforzando así los mecanismos de solidaridad entre países miembros.

Todo ello contribuyó a una valoración muy favorable de la opinión pública española sobre la Unión Europea (UE), sin duda no sólo por su dimensión económica: la entrada de España en la UE se percibió como un claro respaldo, por parte de los países más avanzados, a nuestra joven democracia y a nuestra capacidad de asumir retos.

La crisis financiera de 2008, sin embargo, comportó en España (como en otros países) la pérdida de confianza hacia el proyecto europeo, a causa del injusto reparto de sus costes: los recortes en las políticas sociales, obligados por las instancias comunitarias, incrementaron en nuestro país la desigualdad y el riesgo de exclusión social, incluida la pobreza infantil, situando a España en los peores puestos de los correspondientes ranking.

La pandemia del coronavirus significa una nueva oportunidad para impulsar un proyecto europeo de integración mucho más ambicioso y coherente, que coloque la salud y la seguridad de los ciudadanos en el centro de los políticas comunitarias, superando un enfoque excesivamente economicista. Y el gobierno español- de nuevo un gobierno socialista, bajo el liderazgo de Pedro Sanchez- está jugando un papel muy relevante en esa dirección, generando alianzas con los principales países miembros.

Esta vez no se trata de una crisis provocada por la gestión macroeconómica de los diferentes gobiernos, que distinga entre gobiernos “despilfarradores” y “virtuosos”. El virus no conoce fronteras: aunque hasta ahora la situación más grave se vive en Italia y en España, los datos crecientes de contagios y fallecimientos en el Reino Unido, en Francia… ponen de manifiesto la vulnerabilidad del conjunto de la UE. De hecho, ningún rincón del planeta selibra del riesgo de la pandemia,que puede considerarse en este momento la mayor amenaza para la seguridad de la humanidad.Ante un desafío global,son necesarias herramientas de gobernanza global, más allá de la capacidad de análisis y de orientación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que carece de competencias para actuar en un ámbito propio de la política de los Gobiernos nacionales. Y ante esta carencia, resulta crucial el fortalecimiento de las instituciones europeas.

En esta ocasión, la UE ha respondido con mayor rapidez que en la anterior crisis financiera, en la que se tardo más de cuatro años en implementar medidas para mitigar la catástrofe de las cuentas públicas. Despues de una primera reacción muy poco solidaria por parte de algunos países,- que pretendieron desentenderse de sus vecinos-, la Comisión europea y el Banco Central Europeo (BCE) comenzaron a tomar decisiones importantes: quedó suspendido el Pacto de Estabilidad -con la consiguiente posibilidad de incurrir en mayores déficit públicos de los comprometidos- y el BCE abrió una potente línea de compra de deuda pública de los países miembros (75.000 mill €) para frenar la subida de las primas de riesgo y garantizar la financiación a coste asequible. El BEI abrió también una nueva modalidad de préstamos ,por un importe de 25.000 mill €.

El Mecanismo Europeo de Estabilidad CE(MEDE) acaba de establecer una línea específica de crédito de 240.000 mill de € para ayudar a los gobiernos a financiar exclusivamente los gastos sanitarios extraordinarios derivados del covid19, sin ninguna otra condicionalidad…; y se ha previsto un sistema de prestamos -SURE- para financiar el gasto público en subsidios de desempleo.Todo ello supone movilizar una extraordinaria cuantía de recursos hacia los países más afectados por la pandemia; y se ha decidido en apenas dos meses.

Pero todos los instrumentos enunciados comportan endeudamiento adicional para los países beneficiarios, y España ha defendido, con bastante éxitola La necesidad de añadir ayudas no reembolsables, para subvencionar la recuperación económica que deberemos afrontar de inmediato.

A pesar de muchas reticencias, la Comisión Europea ha recibido el encargo del Consejo Europeo – los primeros ministros de todos los países miembros- de elaborar durante este mes de mayo una propuesta para un Fondo para la Recuperación Económica,de un importe análogo al planteado por España (1,5 billones de €) , compuesto por préstamos y por subvenciones a fondo perdido.

Además de las ayudas comunitarias para hacer frente de manera solidaria a la pandemia y a la correspondiente crisis económica, la Unión Europea está obligada a revisar su papel en el mundo globalizado,entre otras cosas para reducir su vulnerabilidad ante la deslocalización de numerosas empresas hacia países menos exigentes en materia laboral y ambiental. Esta crisis nos ha hecho descubrir que en la UE no producimos un solo gramo de paracetamol, y que un porcentaje elevadisimo de la fabricación de material sanitario y de medicamentos se ubica en China y en India. Es una de las consecuencias del libre movimiento de capitales, a la búsqueda de los menores costes posibles, sin ninguna regulación global…nada compatible con el respeto a los derechos humanos en buena parte del planeta.

Si, la Unión Europea debe reforzar sus mecanismos de solidaridad dentro de sus fronteras, pero también hacia el resto del mundo.Y no se trata sólo de una posición ética:de poco serviría vencer a esta pandemia en la UE si mientras se extiende por nuestros países vecinos.

El coronavirus pone de manifiesto la estrecha interdependencia de la humanidad a escala planetaria. España puede, y debe, contribuir a un papel activo de Europa en el mundo, acorde con nuestros valores: esta pandemia puede agravar significativamente las desigualdades y la pobreza ,y ademas favorecer movimientos populistas o autoritarios.Resulta urgente evitar tales derivas,porque nos jugamos nuestro futuro como sociedad, y en particular el de los más jóvenes.

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