13/05/2024

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El cambio climático lleva a las personas a cruzar fronteras

Una serie de incendios forestales extremos devastó el norte de California en el 2018, llevando a las personas sin hogar a tener que acampar en un estacionamiento en Oakland, no muy lejos del centro multimillonario Silicon Valley. En el 2017, el huracán Irma desplazó a más de 1.500 habitantes de Barbuda. Mientras que los supervivientes se recuperaban en refugios, su gobierno hizo planes para vender sus tierras comunales a inversores famosos. En tanto, el derretimiento del permafrost y el aumento del nivel del mar amenazan a la ciudad de Shishmaref, en una isla frente a la costa noroeste de Alaska, a la que la administración de Donald Trump, ha respondido desmembrando el apoyo federal para la reubicación de hogares en un terreno más seguro.

Tales eventos son los primeros presagios de un fenómeno global: el cambio climático está alterando la habitabilidad del planeta y, como resultado, ni los gobiernos ni las organizaciones internacionales están satisfaciendo las necesidades de quienes resultan desplazados. Actualmente, más personas que nunca viven fuera de sus países de nacimiento y, según la Organización Internacional para las Migraciones de la ONU, hasta 200 millones de personas podrían necesitar abandonar sus hogares por razones climáticas para el 2050.

A pesar de estas proyecciones, no existe un marco legal para ayudar a estos migrantes a reubicarse y, mucho menos, para protegerlos en sus momentos más vulnerables. En cambio, los gobiernos de todo el mundo han descuidado y explotado esta nueva clase de «desplazados climáticos», exponiéndolos tanto a los impactos del clima como a los abusos que a menudo los preceden. Los gobiernos y las organizaciones internacionales podrían seguir un mejor camino permitiendo que las poblaciones vulnerables puedan migrar antes y después de un desastre natural. Los beneficios de una política de ese tipo superarían con creces los costos a corto plazo.

Paraíso perdido

Si alguna región se ha convertido en sinónimo de los estragos del cambio climático, es el Caribe. En naciones insulares como las Bahamas, el 80 % de la tierra se encuentra a no más de tres pies sobre el nivel del mar. Incluso antes de que las temperaturas globales comenzaran a aumentar, los feroces huracanes arrasaban regularmente las vidas y los medios de subsistencia a una escala devastadora. Ahora, el aumento del nivel del mar y las tormentas ,aún más extremas, hacen que los residentes tengan tres veces más probabilidades de ser desplazados por desastres climáticos que las personas que viven en otros lugares. A pesar de estos riesgos, las protecciones de los derechos de los desplazados climáticos son escasas.

En enero del 2020, visité las Bahamas, donde un desastre natural había coincidido con una persecución política de largo recorrido para acelerar lo que los activistas de derechos humanos llamaron una campaña de limpieza étnica. El huracán Dorian había azotado las islas más septentrionales del archipiélago de las Bahamas en septiembre del 2019, matando hasta dos mil personas, según el experto en salud global, Vincent DeGennaro Jr., de la Universidad de Florida. La mayoría de los muertos eran migrantes de Haití y sus descendientes, muchos de los cuales vivían en extensos barrios marginales, en la isla de Ábaco, en el norte de las Bahamas.

Después de la tormenta, los funcionarios alentaron a los ciudadanos y a los propietarios occidentales a reconstruir sus hogares y negocios. Pero en lugar de ayudar a los supervivientes haitianos a hacer lo mismo, los líderes políticos los amenazaron con deportarlos e invalidaron sus permisos de trabajo. Los funcionarios de inmigración detuvieron a algunos a pocos metros de sus refugios y, en redadas nocturnas, saquearon las endebles tiendas en las que muchos se habían refugiado, deportando a cientos de ellos a Haití, un país devastado por la crisis.

Para muchos haitianos que quizás habrían querido huir de las Bahamas, hacerlo hubiera sido casi imposible. EE.UU., por ejemplo, se negó a otorgar un estatus de protección temporal a los sobrevivientes del huracán. La postura fue consistente con las políticas estadounidenses aplicadas en el pasado, así como con la de numerosas naciones del Caribe.

Nueva perspectiva

Los desastres climáticos como el huracán Dorian se volverán más comunes a medida que el clima continúe cambiando, pero las consecuencias no necesitan ser tan catastróficas como lo han sido para la comunidad haitiana en las Bahamas. En lugar de endurecer las fronteras y dejar atrapadas a las personas en países que violan sus derechos humanos, los gobiernos y las instituciones internacionales pueden facilitar el movimiento de poblaciones vulnerables antes de que ocurra un desastre. Los científicos del clima y los expertos en migración coinciden ampliamente en que los beneficios a largo plazo, tanto para los países receptores como para los de origen, compensan los costos a corto plazo de dichas migraciones. De hecho, los migrantes aportan diversidad cultural y poder económico a las naciones a las que ingresan, al tiempo que envían partidas de dinero a quienes dejan atrás.

El estancamiento político sobre los costos del cambio climático y el problema de la migración climática persisten, en gran parte, porque las poblaciones más vulnerables al desplazamiento climático son pobres y porque los países de los que huyen tienen poca influencia internacional. Los gobiernos de los países ricos ven la migración climática no como una realidad venidera que se debe gestionar o como una obligación moral que cumplir, sino como una carga política y económica. Y creen que ese desplazamiento es un problema de otros países y no el suyo.

Pero esta mentalidad insular pronto se pondrá a prueba. Los incendios forestales ya invaden las ciudades ricas y las tormentas extremas amenazan las costas costosamente desarrolladas «Puede que sea demasiado tarde para evitar una crisis climática», señala el experto en migración climática, Jane McAdam, de la Universidad de Nueva Gales del Sur. «Pero podemos evitar una crisis de desplazamiento si empezamos a actuar ahora». Para hacerlo, será necesario proyectar la migración climática desde una nueva perspectiva: no como una carga sino como una realidad global compartida para gestionar colectivamente.

 (c) 2020. Consejo de Relaciones Exteriores, editor de Foreign Affairs. Distribuido por Tribune Content Agency. Traducción, Lorena Maya. – lavozdeasturias.es

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