José Antonio Herrera Llamas: «La Guerra de Ucrania. Una perspectiva de su impacto en las capacidades militares españolas»

Puede parecer pronto para sacar conclusiones contrastadas sobre la guerra de Ucrania, pero uno de los aspectos que podría caracterizarse como más relevante es el retorno a la guerra convencional. Venimos de muchos años de paz en Europa, salpicados de conflictos que se podrían definir con la expresión, de origen inglés para denominar sus conflictos tras la segunda guerra mundial, “pequeñas guerras”. Esta situación ha creado en Occidente la sensación de una “paz garantizada”, que, inevitablemente, ha llevado aparejada una reducción de la inversión en Defensa en los países de nuestro entorno.

Lo anterior, unido al desarrollo tecnológico que experimentamos había llevado, en el seno de varios círculos de pensamiento, a anunciar el fin de los conflictos “tradicionales” en beneficio de guerras más tecnológicas, con un menor número de fuerzas y recursos. Como conclusión lógica de esa línea de pensamiento, la capacidad industrial en el ámbito de la defensa se especializó en soluciones más tecnológicas, en detrimento de la capacidad de producción, para acomodarse a las realidades de conflictos como los de Afganistán, Libia o Iraq. Sin embargo, el campo de batalla en Ucrania nos ha devuelto a la realidad de las guerras de siglos anteriores, que creíamos desterradas, en las que grandes unidades maniobran y son empleadas para ocupar o defender el terreno, con un empleo masivo de municiones y recursos de diverso tipo.

En este escenario, cobra especial importancia la capacidad industrial para asegurar el flujo logístico necesario para la batalla, tanto sistemas de armas, como el abastecimiento de diversos suministros, por ejemplo, el combustible, la munición o los repuestos. En este nuevo contexto es imprescindible que las empresas se dimensionen para ampliar su capacidad de producción, reduciendo los tiempos de respuesta ante las necesidades que se planteen. Aquella nación o coalición que sea capaz de mantener ese flujo, junto con la superioridad tecnológica, dispondrá de una ventaja decisiva ante su rival.

Esta situación ha motivado un estudio por parte de la OTAN, actualmente en marcha, para revertir la situación en los países miembros de la Alianza Atlántica. Lógicamente, España se encuentra también inmersa en esta tesitura y parece que, por primera vez en los últimos años, de manera análoga a la de nuestros aliados, hay un compromiso de impulsar nuestras capacidades, en el marco de nuestras responsabilidades, para contribuir eficazmente, tanto a la OTAN, como a la UE.

Además, en lo que afecta a determinadas capacidades críticas o sensibles para la defensa nacional, es imprescindible que las empresas de Defensa españolas gocen de la adecuada independencia tecnológica e industrial. Ello, ineludiblemente, implica mayores inversiones en I+D+i, en capital humano que aporte innovación y suficiente ingeniería, así como en digitalización de todo el proceso de diseño, desarrollo y producción, no sólo de las empresas tractoras, sino de todas las implicadas en la cadena de suministros. Como no se pueden abarcar todas las capacidades, este esfuerzo de las empresas, debe concentrarse en nichos específicos en los que puedan ser competitivas y aportar valor añadido, así como en aquellos casos en los que, por su sensibilidad o criticidad, nuestra defensa no deba estar en manos de empresas de otros países.

Para el resto de áreas, será necesario el agrupamiento con socios internacionales líderes en sus sectores. Además, es necesario acortar los tiempos dedicados a los programas de I+D+i y de producción, así como entregar los productos maduros y listos para un empleo eficiente, en caso de que llegara a ser necesario. Asimismo, se requerirá una mejora en todo lo que afecta a calidad y facilidad de sostenimiento de los nuevos sistemas, incluyendo como parte de éste, su permanente actualización y eliminación de obsolescencias.

Esta situación nos ha encontrado inmersos en la fase de definición de un nuevo ciclo de planeamiento de la defensa, en el que diseñamos la fuerza genérica necesaria para que las Fuerzas Armadas puedan llevar a cabo sus cometidos y alcanzar los objetivos fijados por el nivel político en la Directiva de Defensa Nacional y en la Directiva de Política de Defensa. Esta fuerza necesaria se plasma en el Objetivo de Fuerza a Largo Plazo, un documento de referencia para la transformación de las FAS, que establece las capacidades que se estiman necesarias en un plazo superior a quince años (2040).

Como parte de los trabajos de este nuevo ciclo se han identificado los sistemas que permitirán mantener y mejorar nuestras capacidades para hacer frente con garantías a cualquier situación en el espectro del conflicto, incluyendo la famosa “zona gris”, caracterizada por una competición intensa por debajo del umbral del conflicto armado.
Así, para hacer frente al entorno operativo descrito disponemos de una serie de programas, algunos a ejecutar en este nuevo ciclo de planeamiento y otros ya en marcha, que permitirán, sobre todo, mantener el conocimiento del entorno y la superioridad en el enfrentamiento.

Se va a dotar a nuestras unidades de vehículos 8×8, que sustituirán a los conocidos y obsoletos BMR, que han desplegado en numerosos escenarios fuera de nuestras fronteras. La movilidad, protección, potencia de fuego y capacidad de operar en red que proporcionará este nuevo vehículo de combate permitirá mantener la superioridad en la ocupación del terreno.
Se tiene prevista la modernización de los helicópteros de ataque “Tigre” y se completará la segunda fase del helicóptero NH90; éste último constituirá la espina dorsal de nuestras flotas de maniobra, SAR y transporte medio. Ambos son helicópteros muy avanzados, que permitirán mantener la ventaja tecnológica y la capacidad de actuar en entornos degradados, donde la superioridad aérea no esté asegurada.

También se encuentra en marcha la adquisición de un RPAS de clase III de fabricación europea, el EURODRONE, que dispondrá de configuraciones de reconocimiento (ISR) con posibilidad de armado que facilitarán, tanto la alerta ante la degradación de la situación, como la localización o la neutralización de objetivos con discreción, sin empeñar unidades directamente.

Las nuevas fragatas F110 y los submarinos S80 permitirán realizar cometidos de control y negación del mar, tan importante en un país eminentemente marítimo como España, al mismo tiempo que contribuirán a la protección de las vías de comunicación marítimas y las infraestructuras submarinas, capacidad que, como se ha puesto de relieve en el caso del gaseoducto “Nordstream 2”, está cobrando cada vez más importancia. Todas estas actividades se verán reforzadas con la recuperación de la capacidad de aeronaves de patrulla marítima, perdida con la baja del P3 “Orion”.

El desarrollo del Futuro Sistema Aéreo de Combate (FCAS por sus siglas en inglés), con el futuro avión de combate (NGWS) como centro del sistema, combinará plataformas tripuladas de última generación, con plataformas no tripuladas, integradas en una “nube” que permitirá el intercambio de información en tiempo útil entre todos los participantes, acelerando el ciclo de decisión propio y mejorando la supervivencia.

Mientras se desarrolla, se está produciendo el relevo de los F-18/C-15 por aviones EF2000 “Eurofighter”, que mantendrán la superioridad en el combate aéreo hasta la llegada de las aeronaves de última generación, como estamos viendo en los diferentes despliegues que se están llevando a cabo en el seno de la OTAN para disuadir a Rusia de una posible agresión.

En el ámbito de la aviación naval, se tiene previsto el relevo de los vetustos “Harrier”, que han cumplido su misión durante varias décadas, por plataformas de 5ª generación, que también pueden formar parte del mencionado relevo de los F-18. Este sistema de armas proporcionará a la Fuerza Conjunta una capacidad plenamente interoperable con nuestros aliados y que sea capaz de operar en entornos de negación de acceso o de área, conocidos como A2/AD por sus siglas en inglés.

No podemos olvidar la incorporación de nuevas tecnologías, en sus dos versiones, emergentes o disruptivas, que proporcionarán mayor eficiencia en el empleo de las capacidades enmarcadas en las operaciones multidominio. La digitalización del campo de batalla y la interconexión de sistemas tripulados y no tripulados permitirán afrontar el inestable entorno operativo con mayor agilidad y flexibilidad. Este cambio sólo será posible si se acompaña de un cambio cultural, tanto en la forma de pensar, como en la capacitación del personal, que permita explotar las ventajas que ofrecen las operaciones multidominio.

Por último, es necesario mencionar que todos estos cambios, aunque relevantes, no supondrán apenas una ventaja si no vienen acompañados del liderazgo de nuestro personal en todos los niveles. Implementar eficazmente el modelo conocido como “mando orientado a la misión”, que permita la iniciativa informada dentro del propósito del mando, es clave para poder explotar las oportunidades que ofrecen las operaciones multidominio en el entorno operativo presente y su previsible evolución.

La conclusión más relevante es que nos encontramos ante un momento de cambio de paradigma, tanto en el sector industrial, como en las operaciones militares. Esto supone, sin duda, una oportunidad para la Industria de Defensa, que deberá saber adaptarse para satisfacer las necesidades que demanda esta nueva realidad en la que convivirán los sistemas altamente avanzados y tecnológicos con aquellos de bajo coste que, por saturación, pueden conseguir los mismos o incluso efectos más devastadores sobre el adversario.

Hacer frente con garantías a esta “nueva” realidad exige disponer de capacidades modernas, interoperables con nuestros aliados, conectadas entre sí, con una posibilidad de incorporación ágil de nuevas tecnologías, y operadas por personal altamente especializado, capaz de ejercer su iniciativa para explotar las oportunidades que ofrezca la situación. Sólo operando de esta manera, se podrá alcanzar y mantener una posición de ventaja que permita una disuasión efectiva frente a nuestros competidores.

Autor: José Antonio Herrera Llamas / General de División del Ejercito del Aire y del Espacio, Jefe de la División de Planes del Estado Mayor Conjunto.

Imagen: Entrada a la sede del Ministerio de Defensa de Rusia en Moscú (Gob. ruso).

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