26/04/2024

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Menoscuarto recupera ‘Mi primer viaje a USA’, de Carmen Laforet

La última mañana de aquel primer viaje a Estados Unidos, Carmen Laforet encontró unos minutos para escapar, olvidarse por unos instantes de la maleta que le esperaba en el hotel Hilton y coger el ascensor que le llevaría hasta lo más alto del Empire State. Era diciembre en Nueva York. Año 1965. La ciudad ya se había vestido con su traje de luces de Navidad. Los patinadores se deslizaban por la pista del Rockefeller Center. Broadway era «un hervidero de vida» en vísperas de la Nochebuena. Y desde ahí arriba, ante su mirada, se extendía «un mar de luces mucho más hermoso en la realidad que las mejores fotografías». Hasta lo más alto del más alto edificio de Nueva York le llegaba el «ulular» de una ciudad que había pisado por primera vez dos meses antes, cuando la popular escritora, la autora de ‘Nada’, llegó invitada al país por el Departamento de Estado norteamericano. Querían que Laforet conociera su cultura, visitara sus fábricas punteras y participara en varios encuentros universitarios con profesores y alumnos de español. La memoria de aquel viajerecogida en apuntes, cuadernos y «notas tomadas en trenes y habitaciones de hotel»– cristalizó en‘Paralelo 35’, una crónica publicada en su día por Planeta e imposible de encontrar en las librerías. Hasta ahora. La editorial palentina Menoscuarto ha rescatado aquel texto, que vuelve mañana a los escaparates como ‘Mi primer viaje a USA’, el título que Laforet siempre quiso para esta criatura literaria. Cuenta el hijo de la escritora, Agustín Cerezales, en el prólogo esta edición, que a su madre nunca le gustó aquella imposición de su editor original, José Manuel Lara Hernández. Estaba convencido Lara de que todo libro con la palabra ‘paralelo’ en su título traía buena suerte. Y así se estrenó este volumen que surge «de la primera impresión fresca y viva con paisajes y personas de ambientes desconocidos». Laforet afila lápiz e ingenio para retratar un país que recorre durante dos meses (en el otoño de 1965), sin la pretensión de descubrir «problemas hondos y trascendentales», sino con la voluntad de apostar por el «puro relato, sin juicio personal», como explica la propia Laforet en la nota final de un libro que concibe el viaje «como una aventura vivida con curiosidad y sin prejuicios». Emparenta así este trabajo con obras como ‘USA y yo’, de Miguel Delibes, ‘Los Estados Unidos en escorzo’, de Julián Marías o ‘Fin de semana en Nueva York’, de Josep Pla.

No era Laforet muy apasionada de los aviones. Por eso decidió atravesar el Atlántico en barco. La travesía a bordo del Guadalupe duró 20 días, con una vuelta por el Caribe y Veracruz. Atracó en Nueva Jersey, «a la otra orilla del Hudson», sin saber una palabra de inglés, con un abrigo grueso al brazo y una maleta donde había «intentado meter lo menos posible, pero lo suficiente para un recorrido de dos meses». Era una tarde «clara y fría».

El 5 de octubre de 1965. El papa Pablo VI estaba en Nueva York para oficiar una misa en el Yankee Stadium. Y Laforet comenzaba un periplo, diseñado por Jerome Margolius, que le llevaría por 22 estados, en un recorrido casi circular que hizo en trenes y los míticos autobuses Greyhound. De nuevo, nada de avión. Había dejado en España «la biblioteca y todo lo que pudiera saber de ambientes y problemas estadounidenses» para enfrentarse «solamente con la aventura de unos encuen- tros al azar». Para ello, contaba con la compañía de una asistente y traductora (la señora P. B.), con quien no llegó a congeniar y que pronto fue sustituida por Eliana Romencin. Gracias a esas conversaciones pudo conocer una sociedad tan distinta a aquella que, a miles de kilómetros, vivía bajo la dictadura de Franco. «Cuando se pregunta a los estadounidenses, contestan con entera libertad lo que opinan, lo que saben o creen que es cierto. No tienen nuestra desconfianza instintiva frente al interlocutor que interroga».

Atravesado por un sentido del humor que la propia autora reivindica («no soy la de mis libros», le dice a su primera intérprete en el país), el texto es una gozosa sucesión de anécdotas y curiosidades. Cuenta Laforet que en Washington perdió su miedo al tráfico («los automóviles se detenían tan matemática como silenciosamente en los cruces»), aunque se temía que volviera a recuperarlo nada más regresar a España. En aquella ciudad, se sorprendió además por el tamaño de la Casa Blanca, «más pequeña y modesta que en las fotografías», cuando con el resto de edificios tuvo justo la impresión contraria, que eran más grandes de lo que creía. Le ocurrió, por ejemplo, en Chicago. «Ir por la avenida Michigan era como encontrarse delante de los templos del antiguo Egipto. Me sentí empequeñecida, como una hormiga» ante aquella «fila de rascacielos».

Vietnam y carrera espacial

En Springfield (Illinois) visitó granjas de maíz y soja, donde «con máquinas agrícolas modernas un solo hombre puede plantar y recolectar centenares de kilómetros de tierras». En Boise (Idaho) se encontró con pastores, descendientes de vascos, que atendían al ganado en los grandes ranchos de aquel estado. En San Francisco visitó la fábrica de computadores IBM, pero ella anotó su fascinación por la inmensa bahía, la luz mediterránea de la ciudad, las cuestas llenas de casas blancas, los tranvías, los quioscos de flores. Aquel día en San Francisco (9 de noviembre) coincidió en el hotel Hilton con la princesa Margarita (la hermana de la reina Isabel II) y le llegaron las noticias del gran apagón que durante 14 horas había sufrido la costa este del país. Los periódicos también informaban de las protestas por la guerra de Vietnam y en el ambiente había continuas alusiones a la cuestión racial, a la que Laforet dedica todo un capítulo y que asoma además en varias partes del libro.

«No fui testigo de ninguna manifestación, de ninguna mirada de odio, de la más mínima violencia», anota la escritora, pero advierte de que lejos de creer que el «problema racial estaba totalmente solucionado, todos sabemos que eso no es cierto».

En Los Ángeles quedó fascinada por Disneylandia: «Aunque esto pueda parecer demasiado falso, demasiado ingenuo, está tan bien hecho, tan bien combinado, que resulta un verdadero descanso en una ciudad única». Allí visitó también una fábrica de aviones, experiencia que se sumó al centro de la NASA que recorrió en Washington o al que tenía previsto conocer en Houston, donde estaban inmersos en el proyecto Apolo. Finalmente no pudo visitar aquellas instalaciones, pero en Houston sí que admiró los modernos hospitales donde despuntaban médicos catalanes y se avanzaba en las investigaciones contra el cáncer. Su ruta por EE UU le llevó también por Nueva Orleans que, décadas antes del Katrina, se recuperaba del paso de un «terrible huracán» que había dejado «árboles tumbados con las raíces al aire, casas destrozadas que habían volado por encima de los alambres telegráficos, un cementerio de aparatos domésticos recién rescatados del río y automóviles destrozados sobre el fango».

Encuentros literarios

Pero el viaje sirvió, especialmente, para que Carmen Laforet mantuviera encuentros con los departamentos de español de varias universidades. A través de ellos, se citó con muchos escritores en el exilio, como el catalán Josep Carner y Ribalta, el vallisoletano Jorge Guillén (con quien almorzó en Harvad) o Ramón J. Sender. De este autor llevaba en la maleta ‘Crónica del alba’, un libro prohibido en España que le regalaron en la Universidad de Maryland y que acompañó a Laforet durante su viaje por EE UU.

José Ángel Zapatero, el editor que ahora recupera este libro para su catálogo de Menoscuarto, destaca el estilo «ágil, fluido y con toques de humor» que la autora imprime a esta crónica viajera que permite ahondar no solo en la mirada acertada de Laforet, sino también en unos años cruciales para la historia de EE UU. ‘Mi primer viaje a USA’ se suma a ‘Carta a don Juan’ (sus cuentos completos) y ‘Siete novelas cortas’, también publicadas en Menoscuarto. «Soy un forofo de Carmen Laforet», reconoce Zapatero, «es una autora imprescindible, una de las mejores novelistas (de los mejores novelistas) del siglo XX». «Es injusto que solo se le conozca por ‘Nada’, porque tiene otras obras brillantes», asegura el editor de un libro que está en las librerías desde el 19 de septiembre.

Fuente: El Norte de Castilla, 18 de septiembre de 2022 / Víctor M. Vela

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