Juan González Bedoya: «¿Cuántas mentiras e infamias podemos tolerar a Pedro Sánchez?»

«La organización que expulsa a quienes discrepan de la mayoría, acaba convirtiéndose en un ejército de hormigas»

El Gobierno de Pedro Sánchez y su liderazgo en el PSOE son un barco a la deriva, cuyo capitán, el propio Sánchez, bribón notorio, quiere hacernos creer que está al mando. Bribón digo, y debo argumentarlo. He aquí. Si sus íntimos y muy principales colaboradores lo son, y aún peor que bribones, ¿cómo podría ser Sánchez distinto si los corruptos han crecido a sus pechos y los conoce al dedillo? Es tan evidente su culpa que no merece la pena insistir. Podríamos reducirla a la manoseada culpa in vigilando, pero ¿cómo creer que no se enterase de las tropelías que ocurrían ante sus narices?

«El capitán no se desentiende cuando viene mala mar», dijo el sábado ante el Comité Funeral socialista (perdón, ante el Comité Federal). Hay que ver cómo aplaudía el tropel de sus afines, con qué arrobo se reían. Obscenos. De qué ríen, qué les hace gracia. Dos de sus principales dirigentes están sentados en las salas del crimen, y otros llevan camino, pero los mandamases reunidos en comité lo toman a chufla. Cuesta soportarlo. Sé por experiencia que el PSOE, en general, funciona como un regimiento prusiano –la siniestra frase de Alfonso Guerra de que quien se mueve no sale en la foto-, pero un poco de pudor, milicia, una mínima vergüenza. Aviso a los militantes: La organización que expulsa a quienes discrepan de la mayoría, acaba convirtiéndose en un ejército de hormigas.

La sucia deriva del PSOE no es culpa de una mala mar. Es la corrupción y sus incapacidades de gobierno. Es Sánchez quien fracasa como timonel, líder trompero. Son sus muy alabados amigotes quienes han llevado al partido al precipicio. «Aguantar es cavar más el agujero», le dijo el líder del PSOE manchego, García Page. La réplica la hizo el perro ladrador del que se sirve Sánchez cuando se queda sin palabras. Me refiero al ministro de Fomento, Oscar Puente. «Hipócrita», espetó a Page. ¿Hipócrita Page? ¿Finge Page lo que no es, dice lo que no piensa? Pardiez con los ministros asnales No saben ni usar con rigor la lengua de Cervantes. Por cierto, ¿cuándo trabaja este ministro de Fomento, todos los santos días deponiendo en las redes fecales? No es extraño que se le paren los trenes. Haría bien el PSOE en ponerle a Puente un inspector de alcantarillas por si tiene las mañas recaudatorias de sus predecesores en el Ministerio de Fomento.

El ministro Puente es el símbolo perfecto de la izquierda reaccionaria

Puente es el símbolo perfecto de la izquierda reaccionaria. Su oficio es la reacción. Toda crítica al jefe será exterminada por él. Es el sino de este PSOE sanchista, meticulosamente derrotado en las urnas. Logró formar gobierno (legítimamente, ojo, aunque de forma extravagante), pero sus asilvestrados socios, si no lo tiran al basurero de la legislatura, es porque, si se marcha el jefe, llegará la derecha. Eso dicen. Qué miedo. La derecha gobierna ya en la mayoría de las regiones y en gran parte de los ayuntamientos, además de ser hegemónica en la banca, en las iglesias, entre los empresarios, a veces también en los sindicatos y hasta en algunas secciones del mismísimo PSOE. Así que va a ve- nir la derecha, como si el PNV y los partidos catalanes de derechas, socios de Sánchez, se hubieran hecho maoístas.

El socialismo es hoy una fortaleza sitiada de manera doble: tiene el enemigo extramuros y tiene al enemigo en el sótano. Sánchez ni siquiera está siendo capaz de aprobar en las Cortes la ley de Presupuestos Generales del Estado, pospuestos por la rebeldía o indiferencia de sus socios. Semejante incumplimiento de la ley le obligaría a convocar elecciones, pero qué le importa la Constitución.

Quien maquinó la ley de amnistía en Waterloo está en la cárcel

Perderé apenas un minuto en hablar de la llamada ley de amnistía. La canallada está suficientemente debatida. Peor aún. Quien la negoció en Waterloo con un fugado de la Justicia está encarcelado. Imaginen el nivel de la cosa. Que la amnistía es inconstitucional ya lo dijo Sánchez, punto redondo. Lo proclamó de forma categórica en campaña electoral, y lo certificó en sede parlamentaria el entonces ministro de Justicia, Juan Carlos Campo. Si el presidente del Gobierno y su ministro de Justicia afirman que la amnistía no cabe en la Constitución, cómo quitarles la razón. Sánchez cambió más tarde de opinión, de la noche a la mañana. Es su problema, no el mío.

También es mentira que el Tribunal Constitucional decidiera por «abrumadora mayoría» (sic) salvarle el trasero (seis votos a favor, cuatro en contra). Pues no. Seis magistrados contra seis magistrados. Dos del no se quedaron sin votar, Campo por haber desvelado su oposición cuando era ministro, y el magistrado Macías por el mismo motivo. ¿Menudencias? El inefable Conde-Pumpido habría roto el empate con su voto presidencial, pero datos son datos. La ley de amnistía es, sin duda, la mayor bajeza moral de Sánchez. El despropósito le perseguirá de por vida. (Hablando de menudencias, ¿lo es que en un proceso electoral interno los hombres de Sánchez se jactasen de meter en las urnas a su gusto las papeletas que les dio la gana? El líder trompero ha bromeado con esas prácticas. Urnas convertidas en orinales.

En este PSOE se dicen tonterías con mucha seriedad

Una cosa más sobre el Comité funeral. Cuando se cerraron las puertas a la prensa, todo iba a ser intimidad perruna. Ocurre que se han filtrado grabaciones de los discursos. Conclusión: En este PSOE se dicen tonterías con mucha seriedad. Ni un reproche a la dirección ejecutiva por haber maquinado o encubierto a corruptos y corruptores. Hubo excepciones. A García Page ni siquiera le permitieron un turno de réplica a las embestidas del ministro Puente. Les parecerá increíble, pero ocurrió. En la grabación esa disputa resulta desagradable. García Page la superó con arrojo. Puente ha dicho que Sánchez «es el puto amo». Hay que ser idiota para decir semejante tontería. O muy de derechas. García Page le contestó al día siguiente. «Yo no tengo puto amo. La mayoría del partido no piensa como el ministro». Acierta. Claro que el partido es ahora muy poca cosa. Hubo en tiempos de Felipe González, en la década de los 80 del siglo pasa- do, cerca de medio millón de militantes. Hoy suman apenas ciento veinte mil, y bajando.

No es fácil hablar cuando los ojos de quienes te escuchan son como cuchillos cachicuernos que querrían exterminarte. Porque lo sufrí lo sé. Me ocurrió en un comité federal en la primavera de 2002. Fue mi última intervención en el máximo órgano del partido entre congresos. Desagradable experiencia, imaginen. Supe que Pepiño Blanco, desvergonzado precedente de los Ábalos y Cerdán, tardaría poco en maquinar mi expulsión.

A la calle los denunciantes; loa a los corruptos

«Haremos inhabitable este partido a los corruptos», les dije. Zapatero se revolvió, sobresaltado. Pues sí. Hay que hacer inhabitable la vida social a los corruptos. En Cantabria lo logramos después de colocar en la prensa, a toda plana, una grabación en la que un alto y mimado recaudador decía sin ningún género de dudas: «Por esta licencia no quiero ni veinte ni treinta millones; quiero treinta millones de pesetas, un piso de 160 metros cuadrados en primera línea de playa y seis garajes».

A la calle los denunciantes; premio para los recaudadores. Les parecerá increíble. Ocurrió tal cual, y había sucedido antes con dirigentes expulsados en Sestao y Ponferrada por resistirse a los corruptos. Veníamos avisados del peligro, pero era imposible callar. Les advertí: «Podéis gobernar sin nosotros, pero nunca contra nosotras». Me refería a un llamado Bloque Regeneración, que habíamos creado un grupo de militantes como corriente in- terna del partido. Expedientaron a muchos, aunque solo me remataron a mí. Visto desde ahora, fue una liberación poder retomar mi profesión. Además, nos cargamos de razón ante la ciudadanía. Me marché cuando teníamos 16 diputados regionales (sobre 35), y siete de los nueve parlamentarios nacionales –tres senadores, tres diputados y el senador autonómico. Hoy, el PSOE tiene un diputado y un senador. El resto son del PP. La derecha que toman por peligrosa…

Las dirigentes contemplativas con los corruptos, inefables Dolores Gorostiaga y Rosa Inés García, bajaron más tarde, en las elecciones autonómicas, a cinco diputados regionales (¡de 16 a cinco, pardiez!). Nuevos dirigentes, ahora respetables, han tardado décadas en frenar la caída. Han subido a ocho diputados regionales, aún por debajo del PRC de Miguel Ángel Revilla.

Autor: Juan González Bedoya ha sido en el PSOE, entre 1982 a 1993, senador por Cantabria, presidente y portavoz del Grupo Socialista en el Parlamento regional y miembro de la Comisión Ejecutiva cántabra. También fue miembro del Comité Federal del partido y dirigente del Grupo Socialista en el Senado. Antes y después ha desarrollado una exitosa carrera periodística.

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