«La guerra está perdida. Recuerdo las palabras de un exoficial de ese cuartel, quien me dijo en una ocasión: ‘España siempre gana a sus enemigos‘»
Han pasado muchas aguas debajo del puente desde la época del antiguo coronel Luis Antonio del Castillo Ruano. El cántabro, ascendido hoy a General de División, dejó una huella imborrable dentro y fuera del cuartel, y tras su marcha, se puso al frente un nuevo coronel.
No se pretende dar razón ni a griegos ni a troyanos, sino plasmar la verdad más intrínseca de lo ocurrido en este periodo y dejar que cada cual juzgue a su manera. En 2022, los organizadores del Día del Pilar en Santillana del Mar cometieron un craso error a la hora de seleccionar el lugar de la celebración, pero no fue el único. Hubo menos Guardias Civiles de los que correspondía a una efeméride tan trascendental y el pavimento de adoquines presentaba una inclinación pronunciada, la suficiente como para haber obligado a los Guardias Civiles a desfilar como malabaristas sobre una cuerda floja, ante la mínima precipitación.
«No todos los rituales se llevaron a cabo. Por razones aún desconocidas, se sorteó la salva, que data de la fundación del cuerpo»
Los asistentes acudieron a la cita con una fe inquebrantable y un profundo respeto por las tradiciones que han perdurado hasta nuestros días. Allí, se colocó -como es habitual- una corona de flores en honor a los caídos, pero no todos los rituales se llevaron a cabo. Por razones aún desconocidas, se sorteó la salva, que data de la fundación del cuerpo. Injustificable resultó también la eliminación de la tribuna de prensa, desde donde solía grabarse el evento, o la del tradicional vino, que tampoco se contempló en la programación. Por si fuera poco, no se invitó a los organismos que colaboran abiertamente con la Guardia Civil.
Al año siguiente, la celebración de la festividad del Pilar e Hispanidad regresó al cuartel de Campogiro, el lugar donde se había celebrado durante décadas, pero algunos de los cambios aplicados en el curso anterior lamentablemente parecieron haberse consolidado. Una vez más, ni rastro de la tribuna de prensa, una decisión que causó confusión y gran malestar. Con la profesionalidad que caracteriza a los responsables del protocolo de la Guardia Civil, se me asignó una nueva ubicación, cuya existencia y funcionalidad eran totalmente desconocidas. Se recuperaron las salvas en honor a los caídos, pero se suprimió de nuevo el típico vino español, un hecho tan incomprensible como controvertido, ya que en otro punto del cuartel se ofreció una consumición y viandas a un grupo de casi medio centenar de personas. Esa exclusividad carecía de explicaciones lógicas y la falta de transparencia dejó una sensación de marginalidad difícil de digerir, tanto fuera como dentro del cuartel. Además, tal y como sucedió el año anterior, se notó la ausencia de determinados colaboradores habituales de la Guardia Civil.
A falta de tan solo cinco días para la celebración de la última edición, nuestro grupo de comunicación aún no había recibido la invitación, una circunstancia que hizo florecer en mí la corazonada de que algo extraño estaba sucediendo. Así que decidí contactar con el departamento de prensa de la Guardia Civil para preguntar si se había producido alguna anomalía. La respuesta que recibí fue tranquilizadora. Me aseguraron que no había por qué preocuparse. De hecho, me trasladaron que todo estaba en orden y que la lista protocolaria se estaba gestionando. Todo parecía transcurrir de nuevo con normalidad, más aún teniendo en cuenta que se había programado una rueda de prensa para el viernes. Sin embargo, nada surgió como estaba previsto. La invitación jamás llegó a nuestro medio ni la rueda de prensa llegó a celebrarse.
«Aquella persona no estaba capacitada para dirigir la entrada del cuartel»
Pese a todo, el día de la efeméride me presenté en el cuartel. Desde que crucé la entrada, todo parecía complicarse. El guardia ubicado en la recepción del recinto me preguntó si tenía algún familiar guardia civil. Le contesté que probablemente sí, pero maticé que venía con pase de prensa. Poco después, una persona que no formaba parte del cuerpo me sometió a un interrogatorio tan innecesario como desafortunado y me solicitó varios datos personales. Tras intentar verificar mis credenciales, me comentó que mi nombre no figuraba en ninguna lista. La situación se volvió desconcertante hasta que más tarde, el capitán de la Guardia Civil adjunto a protocolo le explicó que estaba debidamente acreditado. A pesar de que han transcurrido ya varios meses desde aquel incidente, sigo pensando que aquella persona no estaba capacitada para dirigir la entrada del cuartel. De un responsable así, se espera al menos que esté al corriente del protocolo de la Guardia Civil y de su organigrama.
Ya tomado asiento en la tribuna de prensa junto a otros dos periodistas, el nuevo coronel se acercó a saludarnos y darnos la mano. El acto transcurrió sin contratiempos, como siempre, gracias a la profesionalidad de la Guardia Civil. A través de megafonía, se nos notificó que un servicio médico estaría disponible para atender cualquier eventualidad, que al final sí se produjo y luego, se nos comunicó que al término del acto se ofrecía un vino español, una noticia que el público encajó con agrado, pues se recuperaba una tradición perdida dos años atrás. Como en años anteriores, fue llamativa la ausencia de ciertas personalidades y varias asociaciones. De hecho, un funcionario se sinceró conmigo y me hizo ver que, a su parecer, era ridículo celebrar un espectáculo sin espectadores y, al mismo tiempo, permitir la entrada a 25 personas que no debían haber acudido.
Aquel comentario no parecía muy creíble, pues si por algo se caracteriza el control de la Guardia Civil es por su efectividad. Con un cordón de alta seguridad, no debería haber entrado ni un alfiler. Además, el acceso al cuartel –considerando la previsión de cualquier acto vandálico– requiere una seguridad aún más rigurosa, lo cual es innegable.
Tanto es así que una información del Mossad reconoce a la Guardia Civil como la mejor del mundo y la prueba fidedigna es la extraordinaria labor del grupo UCO y su actividad investigadora, que quedará grabada en nuestra historia con letras de molde como un ejemplo encomiable. Este trabajo se está convirtiendo en el único pilar que sostiene y refuerza nuestra moribunda democracia, frente a un grupo de políticos corruptos como jamás se había visto en este país.
«Destruir la perfecta simbiosis entre el pueblo y la Guardia Civil en el cuartel de Campogiro u otros, es absolutamente imposible»
Si alguien pretende destruir la perfecta simbiosis que ha existido durante décadas entre el pueblo y la Guardia Civil, tanto en el cuartel de Campogiro como en otros, es absolutamente imposible. La guerra está perdida. Recuerdo las palabras de un exoficial de ese cuartel, quien me dijo en una ocasión: ‘España siempre gana a sus enemigos‘. La Guardia Civil continúa cimentando el desarrollo de los protocolos, y la entrada al cuartel siempre estuvo abierta en esta efeméride, al margen de cualquier banderín de enganche personal.
En esta festividad de la Hispanidad, todos formábamos una gran familia y estábamos orgullosos de ser españoles. El abuelo llevaba a su nieto a ver el desfile, como también lo hacía el representante de la etnia gitana acompañado de su bastón jerárquico, paseándose por el cuartel como si fuera su casa y sintiéndose identificado con todos. Ahora estos entrañables personajes no tienen acceso al cuartel por un filtro que ha salido de la nada. Es hora de oponerse al modus operandi de ciertos políticos, cuyo único y verdadero propósito es cobrar una amplia nómina a final de mes. El pueblo comienza a hartarse de esta situación tóxica e irresponsable. Debemos alzar la voz con firmeza y todo nuestro ser, y gritar: ¡Viva el Pilar, viva la Guardia Civil!
Autor: Cantabria Directa / Febrero de 2025