05/11/2024

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Jesús Alberto García Riesco (Coronel del E.T. y politólogo): «¿Por qué Occidente no cree en la Guerra?»

«La interdependencia entre Rusia, China, Irán y Corea del Norte está aumentando»

El problema es que no creemos que tenemos un problema (Roly Walker).

Occidente carece de la capacidad para enfrentarse a la amenaza del Sur Global en una guerra convencional porque no dispone de los efectivos ni de los medios necesarios. Su población —escasa y envejecida— no sabe ni quiere luchar y su industria es incapaz de producir el material bélico que demandaría el conflicto.

La causa profunda es que el hombre moderno es nihilista, por lo que no considera a la sociedad como una comunidad regida por un propósito común, sino como un compuesto de individuos aislados que sólo buscan su propia gratificación.

Capacidades de las autocracias

La interdependencia entre Rusia, China, Irán y Corea del Norte está aumentando. Las autocracias disponen de sociedades, cohesionadas por la coerción, que aportan efectivos dispuestos a morir y una industria de guerra con mano de obra activada 24 horas diarias.

China está superando a Estados Unidos en la capacidad de combate y en la producción de defensa. Dado el problema demográfico que tendrá en el futuro, es probable que intente invadir Taiwán esta década con el millón de soldados disponibles, lo que contrasta con la capacidad estadounidense; Keating señala que si Estados Unidos tuviese que defender la isla «sólo podría reclutar la mitad de los 100.000 soldados necesarios».

Rusia libra una guerra de desgaste contra Ucrania —un país que ha asombrado al mundo por su resiliencia social— y ha mostrado su capacidad para poner a la población en pie de guerra; Todd dice que, al comienzo de la invasión de Ucrania, «Rusia y Bielorrusia, con sólo el 3,3 % del PIB de Occidente, producían más armas que todo el mundo libre, lo que cuestiona las nociones dominantes del neoliberalismo». Rusia está produciendo actualmente —a un costo menor— más proyectiles de artillería que Estados Unidos y Europa juntos; Kasapoğlu precisa que el Kremlim «puede estar fabricando cerca de 4,5 millones al año».

Hasta marzo del presente año, Corea del Norte —una dictadura empobrecida con una población de sólo 25 millones de habitantes— envió más de un millón de proyectiles a Rusia, mientras, en el mismo período, la Unión Europea —un gigante económico poblado con casi 500 millones— sólo logró remitir a Ucrania la mitad.

Carencias de Occidente: Problema de efectivos y de moral de combate

Los ejércitos occidentales no están preparados para librar guerras de desgaste como la de Ucrania —en donde los dos contendientes tienen la moral de combate eslava— porque sus sociedades no saben ni quieren luchar.    Las fuerzas de la OTAN sufren de un problema crónico de reclutamiento y retención de efectivos, por lo que «la Alianza», señala Kahn, «necesitaría entre 35 y 50 brigadas adicionales para responder a un ataque ruso».

Tal logro es difícil porque los ejércitos combaten en el frente, pero los conflictos los ganan las sociedades en la retaguardia. Los ciudadanos del mundo libre no quieren combatir porque, en realidad, no pueden hacerlo; «son demasiado acomodaticios y consumistas», precisa Fukuyama, «para exponerse a la muerte». Los jóvenes estadounidenses, por ejemplo, están poco capacitados para la guerra y no se sienten comprometidos con la defensa del país; Esper precisa que, en 2022, «sólo el 23 % eran aptos para el servicio militar por motivos físicos, de los cuales el 10 % no tenía el nivel académico, y sólo el 9 % de la juventud mostró algún interés en unirse a las fuerzas armadas».

Los ejércitos europeos están en peor situación, por lo que Rehka enfatiza que «si no hacemos nada ante la falta de efectivos, no seremos capaces de disuadir a ningún enemigo potencial».

La industria de defensa no responde a las necesidades

Occidente tiene una industria de defensa construida para tiempos de paz. Los simulacros de guerra han mostrado que el Reino Unido agotaría su arsenal en poco más de una semana y Alemania se quedaría sin municiones en pocos días; Rasmussen precisa que «aunque el poder económico e industrial de los países de la Alianza eclipsan al de Rusia y sus aliados, nos estamos dejando superar en la producción de guerra».

Los países de la OTAN producen armamento caro que solo puede ser adquirido en pequeñas cantidades lo que lleva a un problema de escalabilidad cuya consecuencia principal es la grave desconexión entre sus compromisos públicos y su capacidad para cumplirlos; «Rheinmetall», dice Kasapoğlu, «no podrá producir 1,1 millones de proyectiles de artillería de 155 mm al año hasta 2027».

Causas de las carencias

La razón principal es que la democracia liberal no cree en la guerra debido al nihilismo y al posmodernismo.

El nihilismo

Surge como resultado de la desconfianza en la tradición, lo que lleva a no creer en nada y a renunciar a interpretaciones previamente aceptadas sobre la existencia humana y la moral; sin embargo, «la muerte de Dios por Nietzsche», señala Afriyie, «implicaba para Dostoievski que todo era permisible, lo que llevaba a la anarquía».

Las nuevas fuentes de verdad que surgieron con la modernidad modelaron el mundo, pero —al desmantelar los juicios de valor ligados a la tradición— han dejado inerme a la sociedad; «el nihilismo», señala Brown, «elimina el fundamento sobre el que se asientan los valores, incluida la verdad misma».

Para el nihilismo los seres humanos no están motivados sólo por la racionalidad, sino por los instintos y el inconsciente; todo es relativo y permisible sin verdad objetiva; Fukuyama señala que «el capitalismo y la democracia liberal son la respuesta consumada al problema del nihilismo y de la muerte de Dios».    El nihilismo ha permeado el pensamiento occidental desde la Ilustración y se ha vuelto esencial en la cultura actual. Después de las dos guerras mundiales, los valores más elevados, ligados a la historia, perdieron su vitalidad y el existencialismo se convirtió en una ideología generalizada.

El posmodernismo: la teoría de la paz democrática

El posmodernismo, como culto predominante al individualismo y a la falta de compromiso social, extendió aún más el significado del nihilismo: todo era permisible en una contracultura que aceleró la descomposición social, sin ofrecer tras la destrucción ninguna solución viable.   Toma impulso en Occidente después de la Guerra Fría y se apoya en la «teoría de la paz democrática», la cual sostiene que las democracias son menos propensas a la violencia que las autocracias y «no luchan entre sí», señala Rummer, «por tres razones: no quieren la guerra la esencia de la cultura democrática es la negociación de la violencia y los ciudadanos resuelven sus intereses por vías pacíficas».

En la misma línea, Mousseau señala que «el mundo se encuentra en el final de una trayectoria hacia la paz y la prosperidad permanentes»  y Goldstein sostiene que «el declive de la guerra llega por la expansión de las economías de mercado y los acuerdos internacionales que la impiden» . También está extendida la idea de que la tecnología militar imposibilita la guerra; Bloch dice que «en el futuro, la letalidad de las armas nos impedirá luchar».

En suma, ya no es necesario mantener las fuerzas armadas tradicionales para mantener la seguridad, porque existen las condiciones y las instituciones para centrarse en la interdependencia y en los derechos humanos.

Consecuencias: Debilidad occidental

El individualismo liberal ha abandonado los lazos comunitarios para dedicarse a satisfacer el sinfín de pequeñas necesidades individuales, lo que ha aflojado los hilos que sujetaban la cohesión social y ha debilitado a Occidente; «a falta de la tradición», dice Bell, «las instituciones que sostenían la sociedad capitalista han ido cayendo»

En consecuencia, la generación occidental posterior a la Guerra Fría creció en la creencia de que la paz era un derecho adquirido y no era necesario preocuparse por la seguridad, por lo que la ciudadanía actual es incapaz de cumplir con el deber cívico más fundamental: defender a su país. La decadencia del Estado nación —comunidad de tradiciones y sentimientos de la población— impide a Occidente enfrentarse a una guerra convencional porque la posmodernidad ha dado la espalda al drama íntimo del alma humana en la confusión del combate.

Esta incapacidad lleva a plantear soluciones escapistas basadas en el predominio de la tecnología y la digitalización; Carter dice que el Reino Unido podría algún día «tener un ejército de 120.000 efectivos, de los cuales 30.000 podrían ser robots», aspecto en el que profundiza Walker: «Con drones e inteligencia artificial, el ejército británico duplicará la capacidad de combate en tres años y la triplicará para el final de la década».

Fuerza del comunitarismo en el Sur Global

Al contrario, la mayoría de los países del Sur Global consideran la seguridad en términos de integridad territorial y sus sociedades mantienen los «viejos valores» estatocéntricos que les permiten desarrollar una disuasión más efectiva. Este modelo está desplazando la política impuesta por Occidente tras la Guerra Fría.

Conclusiones

El modelo actual de defensa no funciona, lo que constituye un riesgo crítico para la seguridad de Occidente. El posmodernismo ha de dar paso a un nuevo «contrato social» en donde la teoría de la paz democrática sea sustituida por una doctrina más realista y transparente que se atreva a informar verazmente a la ciudadanía de los peligros que afectan a la seguridad de todos, sopesando los riesgos y los costos tanto de la acción como de la inacción. Nos va en ello la democracia.

Autor: Jesús Alberto García Riesco   / Coronel del E.T. (r) y politólogo / Asociación Española de Militares Escritores  / Imagen: Redes Sociales.

 

 

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